Las palabras son poderosas. Pueden ser usadas para construir o para destruir. Pueden ser usadas para amar o para odiar. Pueden ser usadas para sanar o para herir.
En el versículo bíblico Mateo 12:36-37, Jesús nos advierte que tendremos que dar cuenta de todas las palabras que pronunciamos. Las palabras ociosas, es decir, aquellas que no tienen propósito o que son dañinas, serán juzgadas por Dios.
¿Qué son las palabras ociosas? Son aquellas palabras que no son necesarias, que no edifican, que no promueven el amor y la paz. Son palabras que hieren, que destruyen, que son simplemente inútiles.
Algunos ejemplos de palabras ociosas son:
- El chisme
- La crítica
- La murmuración
- La mentira
- La blasfemia
Cuando hablamos, debemos ser cuidadosos con nuestras palabras. Debemos preguntarnos si nuestras palabras son realmente necesarias y si van a edificar a los demás. Si no lo son, es mejor callarnos.
¿Cómo podemos evitar las palabras ociosas?
Aquí hay algunos consejos:
- Piensa antes de hablar. No te apresures a decir lo primero que se te ocurra. Tómate un momento para pensar si tus palabras son realmente necesarias.
- Selecciona tus palabras con cuidado.Usa palabras que sean amables, edificantes y amorosas.
- Evita el chisme, la crítica y la murmuración. Estas palabras solo sirven para dañar a los demás.
- Sé honesto y sincero. No digas mentiras ni blasfemias.
Las palabras ociosas pueden tener consecuencias graves. Pueden dañar nuestras relaciones, causar dolor a los demás y incluso llevarnos a la condenación. Por eso, es importante ser cuidadosos con nuestras palabras y usarlas sabiamente.
Aquí hay una oración que podemos hacer para pedir a Dios que nos ayude a controlar nuestras palabras:
Señor, ayúdame a ser cuidadoso con mis palabras. Dame sabiduría para usarlas sabiamente. Que mis palabras sean siempre palabras de amor, de paz y de edificación.









