Tras un par de disposiciones, resultado de las reuniones entre algunas autoridades y representantes de sectores sociales, la población se quedó en casa inquieta y con la expectativa de que el temido coronavirus pueda llegar a la provincia.
La mayoría de las autoridades han demostrado buena voluntad política, exceptuando aquellas que brillaron por la ausencia de palabra y obra.
Mientras se pedía reiteradamente a la ciudadanía que se mantenga en sus hogares, al mismo tiempo, se solicitaba al poder ejecutivo, viabilice el cierre de las carreteras, excepto por supuesto, para los vehículos que transportan productos farmacéuticos y de primera necesidad.
Las declaraciones y reacciones continuaron, entretanto, un hombre, decidió usar su conocimiento técnico y se puso manos a la obra de modo práctico. Inicialmente motivó la colaboración de sus propios hermanos y manufacturaron un sistema de fumigación artesanal, que el mismo mentalizador se puso a operar, contribuyendo de esta manera a desinfectar los vehículos que estaban ingresando a la provincia.
Como normalmente ocurre luego de que una excelente iniciativa, se fueron sumando otros dirigentes, hasta llegar a las principales autoridades que se acercaron a ver cómo funciona este ingenioso sistema y a expresar su respaldo, apoyo y más adornos, que fueron documentados por la gente que les acompaña.
Este pasaje nos demuestra, que, en muchas ocasiones de la vida, el exceso de diálogo es llover sobre mojado, es redundar. Que a veces, las palabras sobran y que lo verdaderamente necesario son las acciones.
Pero ¿Quién es este hombre que merece una merecida felicitación? ¿Quién literalmente dejó el escritorio y se puso las botas? Creemos que no lo hizo con la intención de figurar, por eso, solo diremos que es alguien que obró por amor a su Madre Tierra.
