Los escenarios naturales del cañón del Pastaza, con la verde meseta amazónica acompañan a los viajeros por la carretera de 62 kilómetros, que une Baños de Agua Santa, Tungurahua, con Puyo, Pastaza.
Luego los turistas caminan por senderos bordeados por piscinas con truchas inquietas y cabañas pintorescas donde se adecuaron mesas, hamacas y sillas con madera natural, que armonizan con el entorno subtropical. Uno de esos criaderos con restaurante es el de los esposos Dolores Moncayo y Arnaldo Altamirano. En el 2000 llegaron del cantón Pallatanga, en Chimborazo, y se enamoraron del lugar. Compraron una hectárea de terreno por donde pasa el río Las Estancias. “Las truchas y las tilapias se reprodujeron muy bien. Empezamos con una piscina y ahora tenemos seis”, dice Moncayo, quien ahora cuenta con un total de 20 000 peces y alevines. La pareja se capacitó en la preparación de este pez. Hoy ofertan truchas al vapor, al vino, asada y con ensaladas. El plato cuesta USD 3,50 y el turista puede pescar la trucha que desee. Los caldos de gallina cuestan USD 2. La bonanza de los criaderos de truchas también atrajo al Centro de Meditación Vrindavan. Techos cubiertos con paja, paredes de madera y una estatua de un dios hindú complementan el sitio, ideal para la meditación. Witya Cepal es el administrador y cuenta que el sitio ofrece un turismo alternativo. “Hacemos retiros espirituales, turismo místico y ecológico. Enseñamos cómo construir huertos modernos en departamentos”. A la zona los turistas también llegan por la variedad de frutas.