Desde 1959, Quito celebra oficialmente sus fiestas en honor a su fundación con el objetivo de rescatar la «quiteñidad». A 65 años de esa institucionalización, la ciudad, ahora hogar de dos millones de habitantes, enfrenta una reflexión sobre cómo celebrar y preservar su identidad cultural en medio del crecimiento urbano.
Tradiciones como las corridas de toros, los bailes barriales y los concursos de «quiteña bonita» han quedado relegadas al anecdotario, transformadas o desaparecidas. Sin embargo, hay prácticas que sobreviven, adaptándose al tiempo y continuando.
1. Jugar 40: El juego de cartas de la capital
El 40 no solo reúne familias en torno a una baraja, sino que ha trascendido a oficinas y eventos sociales con torneos para coronar a los mejores jugadores. Este juego, cuyo origen se estima en Riobamba con su variante llamada 30, se incorporó a las Fiestas de Quito como una tradición consolidada, en parte gracias al Mundial de 40 organizado por la Asociación de Periodistas Deportivos de Pichincha. En el 40, la estrategia y la picardía se convierten en una fiesta aparte, con expresiones como «¡dos por shunsho!» o la temida humillación de
2. El canelazo: La bebida que calienta las celebraciones
3. Bailar en chivas: Discotecas ambulantes en movimiento
Las chivas, autobuses sin asientos ni ventanas, han evolucionado desde su uso rural hasta convertirse en discotecas rodantes. Estos vehículos, acompañados de música, baile y canelazo, son populares durante las Fiestas de Quito, especialmente en los días cercanos al 6 de diciembre. Su origen colombiano no impidió que se adoptaran en la capital ecuatoriana, transformándose en una experiencia única de integración y diversión.
4. Conciertos y presentaciones: El reemplazo de los bailes barriales
Los bailes en los barrios, que solían ser organizados por vecinos cerrando calles para armar fiestas, han perdido fuerza. En su lugar, los conciertos y presentaciones musicales son ahora el centro de la diversión. Estos eventos, muchos al aire libre y gratuitos, como el pregón oficial, o en espacios privados, atraen tanto a quiteños como a vi
Las Fiestas de Quito, más que una celebración, son una oportunidad para replantear la «sal quiteña», esa mezcla de picardía, orgullo y tradición que sigue viva entre quienes gritan con fuerza: «¡Que viva Quito!».