Vale más no hacer promesas que hacerlos y no cumplirlos.
Esta frase, contenida en el libro bíblico de Eclesiastés, nos enseña una importante lección sobre la importancia de la honestidad y la integridad. Cuando hacemos una promesa, estamos dando nuestra palabra, nuestra palabra de honor. Estamos comprometiéndonos a hacer algo, a cumplir con algo.
Si no cumplimos nuestras promesas, estamos traicionando nuestra propia palabra. Estamos diciendo una cosa y haciendo otra. Estamos siendo deshonestos y poco fiables.
Esto puede tener consecuencias negativas para nosotros y para los demás. Puede dañar nuestra reputación, nuestra credibilidad, e incluso nuestras relaciones personales.
Por eso, es importante pensar bien antes de hacer una promesa. Si no estamos seguros de poder cumplirla, es mejor no hacerla.
Pero, ¿qué pasa si nos vemos obligados a hacer una promesa que no podemos cumplir?
En ese caso, es importante ser honestos y directos con la otra persona. Debemos decirle que no podemos cumplir nuestra promesa, y explicarle el motivo.
Es mejor ser honestos y decepcionar a alguien, que ser deshonestos y traicionar su confianza.
Una vez más, la honestidad y la integridad son valores fundamentales que debemos cultivar en nuestra vida.
Creo que es importante ser honestos y fiables, porque estas cualidades nos ayudan a construir relaciones sólidas y duraderas.








